martes, febrero 28, 2017

PEDREMOS, JÓVENES Y "JUVENTUDES"

Ramiro Ledesma elevó a la juventud a categoría histórica, invistiéndola del cometido de ser motor primordial del cambio revolucionario, fuerza prometeica y artífice principal del paso de una época a otra. Un idealismo de la juventud que encarnaron de la forma más emblemática los nazi/fascismos, lo que daría la medida de su fracaso histórico Y sin haber renunciado ni un ápice en el fondo al idealismo que me movió e impulsó y estimuló en mis años más jóvenes -y que se piense de mí lo que se quiera- hoy hace ya un rato que dejé de lado ese mesianismo juvenil que predicó Ramiro Ledesma -al precio de su vida- y que compartí de muy joven tantos años (décadas) después de su muerte. Sigo pensando no obstante que la juventud no deja de ser un reto a las generaciones anteriores, y que encarnan el futuro, y que como tal se prestan a ser blanco (fácil) de manipulación. Creo firmemente en la juventud sin dimisiones de ningún tipo, como no dimití ante el reto que nos planteo a todos los españoles esa juventud manipulada del 15-M
Siempre pensé que juventudes organizadas del signo que fuese tenían algo de contradictio in terminis, de jóvenes un poco viejos o metidos -antes de tiempo- a mayores en el mundo (organizado) de los mayores,fueron las juventudes de acción católica, las de la OJE o los boy scouts Hoy me hice mas indulgente y comprensivo con esa forma de ser joven que no deja de ser una o un estilo -o rasgo de etilo- más dentro de un fenómeno tan imprevisible y variopinto por propia definición como quien dice. La ruptura generacional es un clisé sociocultural que arrastramos los españoles desde los tiempos del tardo franquismo cuando se produjo un fenómeno de ruptura generacional -y de mutación cultural a la vez- aun más hondo e irreversible que el que se dio -en simultáneo- en Francia cola revuelta estudiantil de mayo del 68.

¿A la vejez viruelas? Con hijos ya crecidos y habiendo superado incluso la barrera de la adolescencia, muchos sin duda nos resistimos a creer que los nuestros sean menos jóvenes en el sentido más pleno del adjetivo de lo que los fuimos los de nuestra generación, sin duda mucho mas díscola y rebelde que la de ellos, y hablo en general, salvedad hecha de ese fenómeno importante y sintomático y no menos atípico y minoritario a la vez de al indignación callejera, que no habrá alcanzado la amplitud y las dimensiones que alcanzó la ruptura generacional de sus padres y sus abuelos, los indignados de entonces que en la Universitaria madrileña lo fueron o lo fuimos todos, por más que como en mi caso -y en de otros “diez y siete” por así decir- no me sintiera solidario ideológicamente de la mayoría, pero no deja de participar (para bien o para ma) de la rebeldía generacional de una generación que fue la mía propia.

Una rebeldía que tenía -como aquí ya tengo apuntado repetidas veces- no poco de derrota histórica, a saber de una secuela fatal (una más) de la rendición del régimen de Franco a los laidos, que llevaría con dos décadas de retraso a que los hijos de los vencedores del 36 acabaron abrazando (en masa) alas banderas y las ideologías de los vencidos de entonces. Aquí ya sabéis sobradamente además como opino al respecto. Dicho eso, no pienso, lo vuelvo a repetir, que la rebeldía generacional sea sinónimo de juventud,, de generación joven. Y me habrá movido a reflexión sobre el tema -humildemente lo reconozco- la reacción de rechazo de las últimas horas por parte de la juventudes socialistas (del PSOE) hacia el que fue secretario general de su partido hasta finales del pasado mes de septiembre Pedro Sánchez, al que los jóvenes del partido acaban de lanzar un venablo envenenado con el mote que le habrán dedicado en la red, el de Pedremos.

Y confieso que me parece una muestra señera de espíritu juvenil de lo mas fresca y lozana. Sin acrimonia sin odios o rencores partidistas o partisanos, en un espíritu de sana rivalidad y legítimo disentimiento hacia alguien del que se sintieron traicionados, por ocuparse o interesarse más (sic) de las juventudes de otro partido -en la mente de todos- que de las suyas propias, a saber, mas de la juventud/indignada (marca 15-M) que de la juventud propia la de un partido que lo queramos o no -y hablo fuera de toda sospecha en la medida que son sobradamente conocidas de antiguo mis filias y fobias en materia política e ideológica- viene representando desde los años de la transición a amplias capas de la sociedad española. Juventud divino tesoro, dijo el poeta. Y en el "Diálogo de Montesquieu y Maquiavelo en los infiernos", que al decir de las mala lenguas serviría de motivo de inspiración a los Protocolos de los Sabios de Sión, se presenta a la juventud como la llave del futuro, léase del poder, y como tal blanco de predilecto de las maniobras de manipulación a cargo de los medios.

Sigo pensando que el 15-M fue un fenómeno aciago cargado de malos presagios, no quiere decir que condene a toda una generación de la que aquellos forman parte y la prueba es que ni entonces ni ahora dejé de buscar signos prometedores entre los más jóvenes. Los veo en esa reacción (legitima) de los jóvenes/socialistas y lo veo también en el otro extremo del espectro ideológico, en grupos que van surgiendo espontáneos como hongos en diversos puntos de la península bajo el signo de la i-den-ti-dad propia individual como colectiva, en un eco o reflejo de un fenómeno que se está dando en los demás países europeos, pero con características propias que les da el ser juventud y el ser jóvenes individualmente considerados

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