martes, enero 10, 2017

MARIO SOARES Y LA SOMBRA DE CAMARATE

A Antonio de Oliveira Salazar le perseguiría sobre todo, post mortem -entre todos los cargos que arrastraba el cuaderno de agravios de sus adversarios- la muerte de Humberto Delgado, general de aviación, servidor leal y esforzado de antiguo del Estado Nouvo tras “la arrancada de los generales” -en la que participó (mayo de 1926)- que daría a aquel inicio, y de (acrisoladas) convicciones nazi/fascistas en su juventud que acabó sus días victima de una emboscada de la PIDE (según la versión oficial) en la frontera hispano/portuguesa, el 13 de febrero de 1965, cuatro años después casi día por día del inicio de la insurrección guerrillera en los territorios de Ultramar (a partir de Angola), al día siguiente (nota bene) de la rendición (el 3 de febrero del 61) del capitán Galvão y del final del secuestro del buque transatlántico Santa Maria que contó (nota bene) a Humberto Delgado entre sus principales instigadores. La guerra colonial portuguesa fue un episodio a penas -como lo fueron en España el maquis de los cuarenta y la agresión terrorista de la ETA de los setenta y de los ochenta-, de guerra asimétrica. Y lo fue ante la negativa resuelta de Salazar -y de su sucesor Marcelo Caetano- a hacer entrega del Imperio. Dicho sea en su descargo y en homenaje a su memoria. Y aquella no fue más que una secuela o resultante del desenlace de la Segunda Guerra Mundial en la que el Portugal del Estado Nuovo figuraría -como el régimen de Franco en España y pese a la neutralidad oficial de ambos países, en realidad una neutralidad pactada a a favor de las potencias del Eje- en el bando de los perdedores. Esa es la rigurosa verdad histórica. Como sea, no es más espesa la sombra de Humberto Delgado que la del atentado de Camarate (4 de diciembre de 1980) -que costó la vida al jefe de gobierno (de derechas) Francisco Sá Carneiro-, que persigue todavía hoy a toda la izquierda portuguesa. Y también por supuesto a Mario Soares, a la hora de su muerte
A cada cual sus héroes y sus muertos dijo (creo) Martin Heidegger. Y este muerto -que se me respete (como decía Alberti)- no es de los míos desde luego. Y me estoy refiriendo al longevo político socialista portugués, Mario Soares, fallecido antes de ayer a la edad de noventa y dos años. ¿Un hombre de consenso, como nos lo están queriendo vender ahora algunos medios en España? ¡A otro perro con ese hueso! Fue una de los grandes responsables de la descolonización portuguesa, más traumática de ciertos puntos de vista que la guerra de Argelia, que hizo entrega de los territorios portugueses de Ultramar, en una terminología del régimen anterior que venia de mucho antes y que utilicé yo ex professo -ante el escándalo de los medios portugueses que se hicieron eco- en el juicio del que me vi objeto (mayo del 83) tras mi detención en Fátima en la noche del 12 al 13 de mayo del 82.

Un millón de ”retornados” huyendo despavoridos hacia las zonas costeras tanto en Angola como en Mozambique, Lisboa invadida por los que regresaban que abarrotaban los parques y las plazas y calles y aceras, en la miseria y el despojo más absolutos, con todas las lacras que traen consigo los siniestros y las catástrofes, explosión del consumo de drogas entre los jóvenes y una propagación como una epidemia del fenómeno de la prostitución y de otros no menos sintomáticos de la desmoralización colectiva de un país entero.

Esa fue la otra cara del 25 de abril, de la que se habrá hablado tan poco. En mi juicio, en Vila Nova de Ourém hablé de los crímenes (sic) de la descolonización, y hubo retornados que me lo agradecieron con las palabras más sentidas. Y todo aquello, al cabo, además, de una larga y cruel guerra colonial -ignorada del mundo entero-, de una sangría que fue la que acabó realmente con el Estado Nuovo, y no la revolución de los claveles que no fue más que una secuela de aquella, de la derrota del ejército portugués de África que no fue tal, sino un fenómeno de desmoralización colectiva en la imposibilidad en la que se sintieron de golpe sus altos mandos -Spinola a la cabeza- de poder acabar ganándola.

 Una derrota en el plano de la guerra psicológica eso fue el 25 de abril. Siempre se dijo que la II República la trajeron las derechas en España, lo cual arrastra un fondo de verdad innegable aunque no sea del todo exacto. Es mucho mas fehaciente en cambio el decir que el Estado Nuevo lo echó abajo una casta militar que venia de la derecha más extrema (desde los tiempos incluso de la II Guerra Mundial y de la guerra civil española)  Todos ellos sin excepción, Spínola, Costa Gomes, Vasco Gonçalves, incluso los mas jóvenes, Otelo, Mario Tomé, Diniz de Almeida y todo el resto de los jefes y oficiales del MFA (Movimento das Força Armadas)

Estando yo en la cárcel de Vale de Judeus, circuló entre los reclusos una foto de Otelo de Carvalho de joven, de sus tiempos de la academia militar posando ufano con todos sus compañeros de promoción alrededor del entonces jefe de gobierno Salazar en señal de veneración y de afecto. Un complejo de culpa colectivo de inspiración en gran parte clerical, eso fue en definitiva lo que llevo a la rendición del ejercito portugués en la guerra colonial, en sus territorios de África y del Lejano Oriente. Porque si el concilio vaticano II vino a imprimir un tremendo acelerón al proceso de desfalangistizacion (o desnazificación, para entendernos) del régimen de Franco pactado por el entonces jefe de estado español con los aliados vencedores en el 45, en Portugal vino a darle la puntilla al Imperio portugués que ni Salazar ni su sucesor Marcelo Caetano consintieron sacrificar en el altar de la descolonización (de la ONU)

“Orgullosamente solos", declaró ufano el ultimo ministro de Exteriores del Estado Nuovo, Rui Patricio, en una reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas con una sala espectralmente vacía. Catorce años de una guerra colonial interminable en la que Portugal guardó el tipo sólo frente al resto del mundo. Esa es la rigurosa verdad histórica. Me contaban en la cárcel portuguesa -como flashes de toda una sociedad e incluso de la historia portuguesa reciente, vistas como del revés desde allí dentro- escenas de la guerra colonial que no salían en la prensa y era de los barcos que llegaban de Ultramar cargados a reventar de heridos y mutilados de guerra -como en el Ferrol cuando la guerra de Cuba (en el 98)- algunos de los cuales se dejaban caer estrellándose contra los muelles al momento del abordaje, de pura desesperación de que los suyos pudieran verles llegar en aquel estado. Una tragedia espantosa -caricaturas y exageraciones carcelarias aparte-, la descolonización portuguesa.

El ver sin embargo erigidos en héroes y buenos de la película algunos de los que tanto tuvieron que ver en aquello es lo que a algunos nos nos entra aunque no seamos portugueses. ¿Frenó al comunismo Mario Sores como algunos nos lo venden ahora? Menos lobo. El suyo fue un papel más bien pasivo y de cara a la galería en aquel verano caliente del 74 –a seguir al 25 de abril- y si se opuso (tímidamente) -en plan de objetor de conciencia- a la radicalización del régimen que propugnaban los oficiales mas izquierdistas, lo hizo con las espaldas bien guardadas en el plano internacional -por cuenta de la CIA y de la OTAN- y ni siquiera después, a toro pasado, quiso asumir nunca abiertamente el parón que dieron a la deriva extremista (de izquierdas) algunos oficiales -como el mayor Jaime Neves- que actuaron decisivamente entonces  contra el ala extremista del MFA contando con su aval o beneplácito (implícito al menos) Y de hecho de Jaime Neves nunca más se volvió a oír hablar. ¿Por una auto-reclusión voluntaria o victima claramente de ostracismo?

Mario Soares era hijo de cura, así como suena. Su padre destacado francmasón y librepensador y republicano más tarde -que llegaría a ser ministro republicano- había vestido los hábitos eclesiásticos en su juventud, antes de echarlos a las ortigas como los franceses dicen . Y sus exequias ahora -las del hijo me refiero- se producen bajo el signo de la división, se diga lo que se quiera, entre sus propios correligionario incluso, como lo muestra la ausencia tan sintomática y tan llamativa del actual jefe de gobierno de visita en la India.

A Mario Soares le dan ahora también la espalda como se la dieron en vida -a la portuguesa por cierto-, sin grandes aspavientos) una mayoría silenciosa -de derechas- de portugueses que se ven condenados a soportar la hegemonía de la izquierda desde hace décadas por culpa de sus cúpulas dirigentes que arrastran todavía mas complejos que sus homólogos españoles. Como lo ilustra el acto de presencia del jefe de la oposición (de derechas) a la capilla ardiente (o lo que sea) con los restos del nonagenario socialista.

Víctimas ellos también -de justicia es el reconocerlo- de la sombra de Camarate, el accidente de aviación y (presumible) atentado -tal y como así se ve hoy judicialmente catalogado- que decapitó al partido AD -versión portuguesa mutatis mutandis del PP- y costó la vida a Francisco Sa Carneiro, el carismático primer ministro portugués de los gobiernos de derechas que se sucedieron en Portugal a final de la década de los noventa en la pleamar del calentón revolucionario que siguió al 25 de Abril.

La sombra de Camarate persiguió hasta hoy a toda la izquierda portuguesa en bloque sin distingos, Mario Soares inclusive por supuesto. Y no menos (comparaciones odiosas) de lo que la muerte de Humberto Delgado en medio de la guerra en Ultramar que él mismo había tanto contribuido a encender tres años antes (como algunos “rojos” portugueses, del PC, me lo reconocieron a mí en la cárcel portuguesa)

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