domingo, febrero 21, 2016

Oda a la Tierra Desierta (poesía en domingo)

“Inmortal”, sano y sereno
Cesar Borgia “tutto festo”
“César o nada” su lema
de hombre del Renacimiento


Fruto maduro en sazón
respingo del alma europea
que le vio a la muerte el rostro
¡Bulbos de Peste Negra!

Verdad de la historia (nuda)
en lo hondo de la Leyenda
en germen (o en unos bulbos
de podedumbre embustera)

como una endémica fiebre
¡Leyenda Negra, bruja vieja!
¡Secuela de aquella hediondez
la Vieja (y Negra) Leyenda!

Que así hablaba Zaratustra
en su vena de profeta
al que al final le faltó
el oráculo o el rapsoda,

el exégeta, el traductor,
la Vulgata de su Nueva
de una buena/nueva (mejor
que “la peor de todas”!)

Saber verterla (escanciarla)
en otro mundo (otras lenguas)
en prosa o román paladino
a gusto de almas despiertas

Fue una palabra cautiva
que se estrelló en la barrera
(Índice de obras prohibidas)
¡Tal vez no la merecieran!

Se me antoja que eso va a ser
que no había llegado la hora
de anunciarla por los techos,
de la siembra y de la cosecha

tarea ingrata, a tiempo
y a destiempo (en paz o en guerra)
de un heraldo de infortunios
de un casandra (de un profeta)

que se cuece al fuego lento
¡ay! de la actualidad/reina
minuto a minuto (¡en serio!)
y al hilo de mil tragedias

que sabe augurar el peligro
siempre avizor, siempre alerta
y conjurar amenazas
que se ciernen en la niebla

como si de detectarlas
se evaporasen, huyeran,
como si al oido de tu voz
todo el mundo te siguiera

como un mar de ojos y oidos
cuajando la Tierra Desierta


¡Qué andares tienes, mujer
como te escurrres, gatita,
“mirando al norte” en tu quehacer
y en los rumbos de tu vida!

Con esa trenza sin igual
¿de virgen? ¿de hada madrina?
Y ese talante y ese mirar
de reina fiera y altiva

no me atrevía a mirarte
ni a soñar contigo, diva,
mas cuando me miraste tú
entraste en mí, vida mía

Un horizonte sin nubes,
y a caballo tú en mi grupa
lo que yo vi de golpe en ti
¡Un libro abierto (entre runas)!

Entraste de un golpe ¡sí, sí!
sin ruido como a hurtadillas
¡qué bien que te lo pensaste!
¿Pensando en mí noche y día?

Mirando a izquierda (a derecha)
¡colandote en mi cintura!
Como si el tiempo pasado
se apartase de tu vista

y de la mía ¡qué alivio!
De mí y de ti ¡pitonisa!
Y todo saliera a la luz
de pronto ¡no lo creía!

Con tu nombre que olvidé
un momento ¡qué desdicha!
tan entrañable y musical
de “cántarín” (“cantarina”)

Fue cuando me miraste al fin
de esa mirada felina
que me imploraba el perdón
y me llenaba de dicha

de una rara felicidad
que me alegra todo el día
aunque se muera de noche
y deje paso a las brumas

¡Mujer de otro, así te amé!
(o eso al menos me creía)

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