martes, marzo 31, 2015

LA GUERRA CIVIL DE LOS NIÑOS (EN AGULLENT)

Bernanos sigue siendo coartada suprema de muchos bien/pensantes en materia de guerra civil española, sobre todo en países de francofonía, como ocurre ahora, con ocasión del último premio Goncourt. Una historia con níhil óbstat esa obra fetiche sobre el Alzamiento en Mallorca ¿qué digo? una vulgata sobre nuestra guerra civil que la iglesia católica haría suya tras el concilio. A Bernanos lo retrató bien el conde Rossi, “cónsul” fascista de Mallorca durante el primer año de la guerra civil. Que cuando el desembarco fracasado de los rojos en la isla, al cruzarse con el escritor que había ido a reconocer en la playa el cuerpo de un periodista francés amigo suyo –y corresponsal de guerra (de la agencia Havas)- que venía con los que intentaban desembarcar, le espetó: “¡la próxima vez su amigo sabrá escoger mejor!” (lo que iba más bien por él)
Niños y mujeres en las primeras líneas del frente, algo que llenaba de frustración (comprensible) a las tropas alemanas en el frente del Este, un tradición de la izquierda internacional de mucho antes de la segunda guerra mundial y que algunos parece que resucitan ahora en esta guerra –civil, asimétrica e interminable- de los Ochenta y Tantos Años. Bernanos pone al destape en su obra célebre sobre la guerra civil española una memoria francesa y (virulentamente) anti-española de la Guerra de los Treinta Años. Y lo que en otro francés sería un motivo de descargo, en alguien como él en cambio -con un apellido ibérico como el suyo, revelador de las raíces hispánicas del Norte de Francia de donde era originario- se convertía más bien en una circunstancia agravante, en estigma de renegado. Desde el punto de vista eclesiástico era él no obstante el que tenía razón, la Iglesia –Roma- acabo inclinando la balanza de aquel conflicto antiguo, del lado de los franceses y de la dinastía fundada por un rey converso (del protestantismo), a expensas de la monarquía (católica) española Así en la localidad valenciana de Agullent, el alcalde, del partido Compromí (léase el Podemos en versión valenciano) alquiló un sala donde los niños de una escuela (en catalãn) de la localidad se emplearon a fondo –bajo la supervisión (y aprobación) de sus maestros y profesores- en pintarrajear e insultar carteles de propaganda electoral del PP. La primera en la frente.

Estamos avisados, los del PP y muchos que no somos del PP y que no admitimos -antes la muerte- ese chantaje de la izquierda guerra civilista y legitimadora (por llamarla así) –donante a izquierdas y a derechas de patentes de democracia y de anti-fascismo- que se prosigue sin pausa ni descanso desde los tiempos de la transición política. Mayo del 68 inauguró nuevas formas de guerra en los países occidentales. “París se despertaba con escenas propias de una guerra civil” escribía François Duprat en su librito sobre el mayo francés de una de las jornadas álgidas de aquello hacia el final de la crisis.

Una guerra civil que no estalló por los pelos, en Francia como en España. El fantasma resucitado sigue ahi no obstante de un peligro siempre latente, del reencenderse de la guerra civil, desde la eclosión del 15-M, en formas nuevas distintas por cierto e insólitas, de las que teorizó ya uno de las vedettes del mayo francés, a saber el filósofo Michel Foucault, que analizaría en algunos de sus escritos múltiples formas de resurgencia entre los nuevos rostros de la guerra moderna (o posmoderna) que otros tras sus huellas calificarían de “asimétrica” Guerra asimétrica, de David contra Goliath -en la mitología que alimentó la movida de los indignados- las que venimos viviendo los españoles desde el final de la Segunda Guerra Mundial en el 45.

Guerra sucia, no declarada, que cobraría a menudo todas las trazas del terrorismo salvaje, u otras también más sinuosas e insidiosas, de la guerrilla urbana y de la protesta y de la algarada callejera, como vendría a utilizarla indignados y perro flautas a partir de la eclosión del 15-M hace ahora cuatro años. El 15-M fracasó pero no está muerto o no del todo, como lo prueba el auge de Podemos que algunos nos vendieron hasta hace unas semanas apenas como algo fatal e ineluctable. Ahora sin embargo no están ya tan seguros de ello. El escrache fue una “creación” de Podemos (una mutación más bien, del otro lado del charco, como aquí ya lo tengo explicado), las pintadas infantiles -, provocadoras, odiosas, beligerantes- son la última de sus creaciones, se diría.
¡Tortura de la gota de agua! La cizaña –de guerra civil- que habrá sembrado el exilio español en Francia –entre sus descendientes- y que brota de pronto como quemazón de ortigas traidoras donde menos te lo piensas, así lo viví y lo experimenté (ay dolor) en los años (largos) que llevo viendo en tierras de francofonía. ¡Qué dosis! Como la que me inflige de nuevo una figura que cae ante mis ojos sólo ahora, la galardonada del último premio Goncourt, una oriunda, hija de andaluz y catalana -de apellido Arjona (aunque lo esconda)- por una historia –otra más- sobre la guerra civil que le merecía al (muy ponderado) “Valeurs Actuelles” una glosa certera y (viniendo de franceses) fuera de toda sospecha. “Una lección de historia sobre las responsabilidades de la guerra civil española, tan sombría como maniquea” Madame fue antes de hacerse escritora psiquiatra (un respeto), y por lo que se ve se siente en posesión de los secretos de la memoria humana y de la guerra civil española al mismo tiempo. Con la coartada que le ofrecen Bernanos y sus “cementerios bajo la luna” (¡válgame un santo de palo!) Apuntarse a un bombardeo se llama –en román paladino- eso que hace esa escritora (en francés) emigrante/española. Porque si es cierto como decía Umbral que la historia, pasados cincuenta años se hace literatura, ni la guerra civil española -de “los Ochenta y Tantos Años”- es historia (¡ay dolor!) todavía, ni la literatura por cuenta de aquella es pura literatura tampoco, sino también (mayormente) guerra de propaganda. Las malas lenguas dicen que eso le ayudará a costearse el asilo de ancianos. Con su pan se lo coma
¿A la medida de su sensación de impotencia y de desespero crecientes? No cabe otra explicación (racional) desde luego. Cae en mis manos mientras escribo este artículo o digamos mejor que e llega por mano amiga, un número atrasado –del pasado mes de enero- del semanario francés de actualidad “Valeurs Actuelles” que fue durante décadas una especie de sarcófago cultural de una corriente heredera de vieja tradición de nacionalismo francés que encarnó en sus épocas de gloria –el periodo de entreguerras- la Acción Francesa de Charles Maurras, y le llega (destinado a mí) por un artículo de título significativo por demás “Para acabar (de una vez) con la guerra civil española” (Pour en finir avec la guerre d’Espagne) que se termina a en guisa de broche final por una cita de una novela de Andrés Trapiello- la última de las suyas creo, que me había pasado desapercibida lo confieso humildemente- que me despierta de pronto las ganas de leerme la obra por entero.

Y es de su protagonista principal un activista de las re exhumaciones de cadáveres –hijo nota bene de vencedores- de los de la primera hora hasta acabar dándose cuenta –nunca es tarde si la dicha es buena- que lo que les mueve a sus compañeros de desterramientos no es –traduzco (por partida doble) de la traducción francesa- el desenterrar los muertos de la guerra, sino la guerra civil per se, de forma que los buenos sic) acaban tomándose revancha de los malos. A confesión de parte eximición de prueba.

La gran coartada de la novela guerra civilista premiada con el último Goncourt lo habrá sido –por lo que leo en las reseñas del libro premiado- la obra (fetiche) de Bernanos, “Cementerios bajo la luna”, sobre el Alzamiento en Mallorca. De Bernanos ya me ocupé en dos entradas de mi blog de Periodista Digital con ocasión de al publicación –en mayo del 2009 (en en el primer año de mi blog “las crónicas de Juan Fernández Krohn”)- de la novela “La noche del diablo”, una biografía novelada del conde Rossi –Arconovaldo Bonacorsi- especie de cónsul fascista de la isla el primer años de guerra que casi ochenta años después continua a alimentar leyendas y también fantasmas y temores. El autor (mallorquín) de esa biografía del conde Rossi no hace más que distanciarse de su personaje a cada paso en el relato, no es óbice que la figura del italiano sale engrandecida y nimbada de todos los rasgos del héroe o del superhombre que cantó Nietzsche en su Zaratustra, al cabo de la lectura.
En esa novela -publicada en el 2009- se retrata de una forma histórica y literariamente muy lograda la figura del conde Rossi –Arconovaldo Bonacorsi- especie de cónsul fascista de Mallorca durante el primer año de guerra, gracias a la confianza -y la cesión de liderazgo en su favor- que le brindaron los falangistas de la isla. ¿Sabedores desde el primer momento –por razón de proximidad geográfica aunque solo fuera- de la suerte de José Antonio en la cárcel de Alicante y de las circunstancias exactas de su muerte (atroz)? Lo más probable. En la foto -de la portada del libro- aparece el líder fascista italiano (con barba) –en la esquina derecha- y entre los retratados, todos miembros de "los Dragones de la Muerte", al mando de aquél- se encontraba (que no sabría identificar, tal vez el de gafas en primer plano) el hijo del escritor, Yves Bernanos
A su lado, la figura del escritor francés Bernanos se empequeñece fatalmente en cambio. Como cuando se cruzan en la playa tras el fracaso del desembarco rojo, a donde Bernanos había acudido a reconocer el cuerpo (sin vida) de un periodista francés amigo suyo corresponsal de la agencia Havas del lado de los rojos, y al que el conde Rossi espetó, “la próxima vez, su amigo sabrá escoger mejor”, que debió sonar en los oídos del escritor a mal augurio y a amenaza, y a fe mía que la anécdota, si es verídica, da sobradamente cuenta de la marcha de la isla del escritor y de la actitud que destaparía justo a seguir en relación con la guerra civil española, quien tenía a sus único hijo –Yves Bernanos, relacionado con todos los jóvenes de la buena sociedad de Mallorca que acabaron todos haciéndose falangistas (como él)- alistado en “los dragones de la muerte” grupos de acción al mando del conde Rossi.

Bernanos pone al destape en su obra célebre sobre la guerra civil española una memoria francesa y (virulentamente) anti-española de la Guerra de los Treinta Años. Y lo que en otro francés sería un motivo de descargo, en alguien como él en cambio -con un apellido ibérico como el suyo –revelador de las raíces hispánicas del Norte de Francia de donde era originario- se convertía más bien en una circunstancia agravante, en estigma de renegado. Desde el punto de vista eclesiástico era él no obstante el que tenía razón, la iglesia –Roma- acabo inclinando la balanza de aquel conflicto del lado de los franceses y de la dinastía funda por un rey converso (del protestantismo), a expensas de la monarquía (católica) española.

A Bernanos, la guerra civil española le hizo cambiar de bando, a otros como a mí en cambio, su caso y el de algunos otros, me animaron a salirme de la iglesia en la que nací y crecí, como si me hubiera equivocado de noche que le dicen los belgas. Sin acrimonia -como aquí ya todos se habrán dado cuenta- pero sin billete de vuelta tampoco, eso que quede claro

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