sábado, noviembre 22, 2014

IGLESIAS Y "EL OLOR A PIES" DE LOS ESPAÑOLES

La chica de la portada no está mal, sin el mosquetón (ni el mono) estaría mejor. De lo que en la propia obra a la que sirve de portada se nos informa, fue una anarquista catalana y vivió hasta los noventa años -entre América, España de vuelta otra vez (con Franco?) y Francia- presa sin duda de esa imagen de juventud perdida y manipulada -como los indignados de nuestros días-, que arrastraría siempre consigo. La obra –casi enciclopédica por la documentación tan cuantiosa y pertinente y minuciosa- de Burnett Bolloten (a pesar de esa portada) parece venir a traer ahora -espero- vientos de aire fresco en la investigación universitaria sobre la guerra civil española por cima de los Pirineos. ¿Se darán acaso por aludidos en la Universidad Libre de Bruselas (ULB) donde reina de antiguo un guerracivilismo sectario y virulento por cuenta de una guerra civil entre españoles, en los que por propia definición (se diría) el pensamiento único en vigor en Bélgica a día de hoy sigue viendo una “especie aparte”, más extranjeros que los demás países extranjeros (por lo que sea)? (…)
Una sorpresa agradable como regalo adelantado de estas fiestas navideñas que ya se anuncian –y tal vez más que en otro sitios aquí en Bruselas- es lo que me habré llevado ojeando las estanterías de una librería céntrica, cerca de la Grand Place. “La guerra de España” de Burnett Bolloten es algo así como un incunable de historia de nuestra guerra civil del que se hablaba en mis tiempos de universidad pero como algo ya un tanto trasnochando –en aquellos tiempos y aquellos vientos del mayo francés que se acercaba a pasos agigantados-, como algo sobre todo ya convenientemente catalogado, a la derecha por supuesto.

Los tiempos y los viento cambian y cuarenta años después se dirían que cambiaron las tornas: el que los estudiantes rojelios de mi época contraponían en el plano de lo política e históricamente correcto a Bolloten era nada menos que Nolte, que muy poco después de toparme con su nombre –aunque solo vendría a conocimiento muchos años más tarde- caería en desgracia, o digamos que él mismo tomaría de forma drástica y radical nuevos rumbos, tras un desagradable incidente en la Universidad Libre de Berlín en donde impartía docencia –teatro de lo que se podría llamar el mayo o la primavera estudiantil alemana (del 67) que precedió de un año al mayo francés (éste inspirado en aquél sin duda alguna)- donde se vería víctima de agresión (al ácido vitriólico) (...) -de lo que le salvó (de la ceguera) el llevar las gafas puestas- )por parte de algunos estudiantes “enrabiados” (enragés) Bolloten en cambio reaparece ahora rehabilitado y como redescubierto por una izquierda francesa pos marxista que parece querer servirse de él para rehabilitar el anarquismo español de la guerra civil y su ideal o su utopía (violenta) de comunismo libertario.

No importa. Se trata de una obra no de propaganda ni de pretensiones ensayísticas tan siquiera, sino la obra única –de su vida del autor, testimonio directo en primera fila (en zona roja) de la guerra civil y que como tal vertería en ella concienzuda y minuciosamente sus testimonio en esa obra. Y a fe mía que lo haría también de lo que sé y de lo que tengo leído de la obra de una forma ecuánime imparcial y objetiva, con esa objetividad de la que tal vez solo sean capaces –sin duda por esa flema que tanto les caracteriza- en mentes y sensibilidades anglosajonas.
Javier Cercas se defiende de haber querido revivir con esta novela el mundo –en vías de extinción a todas luces- de los quinquis o mercheros. Me he estado leyendo con detenimiento unas declaraciones suyas relativamente recientes a cuento de esa obra, y a fe mía que cabe decir que por las razones que fueran su autor se topó en un momento de su vida –como Don Quijote con la iglesia- con ese mundo misterioso de la delincuencia quinqui o merchera. Al final y a modo de colofón, y como queriendo (en apariencia) desmontar el mito, dice de aquellos quinquis protagonistas de su libro que “eran unos pobres chavales que no tenían nada, y por lo tanto nada que perder" Estoy de acuerdo en parte sólo no obstante. Por no tener no tenían ni la más mínima vergüenza ni derecho a la vida tampoco ¿O sí? En algunos de los que yo conocí -de cerca- me lo pregunto sinceramente. Un fenómeno en vías de extinción desde hace un rato, lo dije y lo mantengo. A menos que el auge de Podemos no consiga resucitarlos
Al final del libro, Bolloten, dedica cuantiosa párrafos a analizar el papel del espionaje ingles al que viene a acusar de haber saboteado las propuestas de paz de la Junta de Defensa dirigida por el coronel Segismundo Casado. La primera y principal de las propuestas no obstantes seria escrupulosamente observado por Franco, algo que se habrá guardado en silencio prácticamente hasta ahora. Y era –cito de memoria que “ni los moros, ni los voluntarios (alemanes e italianos) ni la Legión Extranjera entrarían en Madrid”, como así fue. Las otras referidas a la suerte de los dirigentes republicanos y la amnistía (utópica e irrealista) de los vencidos “que no tuvieran delitos de sangre” –en una guerra en la que se había derramado tanta sangre fratricida- tuvieron una suerte desigual. Casado pudo exilarse, a Cipriano Mera, otra de las figuras destacadas de la Junta de Defensa Franco le perdonó la vida, y cuando cumplió su condena se fue a Francia a pasar el resto de sus días sin mayores problemas.

Besteiro, el mártir de la memoria de los vencidos, tuvo menos suerte, qué le vamos a hacer. Las cárceles no son refugios de alta montaña ni en dictadura ni en democracia –y a fe mía que sé de lo que hablo- y en aquellos tiempos de escasez y de penuria de la posguerra inmediata mucho menos, y no se pude acusar el régimen de que enfermase en prisión como no se pude acusar –ni nadie acusó nunca ni la izquierda siquiera- al régimen fascista de la muerte de Antonio Gramsci, leninista y fundador del partido comunista italiano que murió de tuberculosis contraída estando preso, bajo Mussolini. El resto fue represión legal por muy sumaria que fuera, y no salvajismo incontrolado y criminal como la muerte de José Antonio en Alicante.
No he leído este libro de un catedrático (un respeto) de la Universidad de Alicante. Agua al molino del mito funesto, me lo imagino no obstante, pero no lo sé a ciencia cierta ya digo. Me mueve no obstante a traerlo aquí a colación el título de su primer capitulo, “El quinqui que había leído a Michel Foucault” Los que yo conocí en la cárcel portuguesa, leían “las memorias de Adriano”, de la belgo/francesa Yourcenar, libro de cabecera de Felipe González (creo) por aquel entonces. Y no tendrían nada ni nada que perder como dice de ellos Javier Cercas pero la cabeza sí que la tenían bien llena de argumentos  –por iletrados y analfabetos que fueran (o lo pretendieran)- a la hora de intentar comerte el coco (o lavarte el cerebro como se decía antes) y darte lecciones de memoria histórica, y de la guerra civil (todos rojos por supuesto, a su manera) y de la segunda guerra mundial y de moral y de nobleza, y de patriotismo (y de ser más españoles que uno) y de tauromaquia, y de cante flamenco y no sé de cuantas otras cosas. Calamitas calamitatis! ¡Perdónales porque no saben lo que dicen –ni lo que escriben- los que tanto les bailan el agua y les ensalzan y mitifican con sus libros y novelas! O los que le prestan gratis una caución historica, moral y política, como los de Podemos
Y la obra ahora acaba da de reeditar me mueve de nuevo como lo observará el lector a recoger el guante del desafío de la batalla de la Memoria porque como ya lo tengo aquí denunciado repetidamente estas últimas semanas, la guerra continua. Acabo de leer un interesante artículo ponderado y fundamentado en el que se analiza el innegable trasfondo de violencia que se escapa del mensaje y del lenguaje de Podemos y de Pablo Iglesias. Ricos, banqueros y policías, una trilogía criminal en el mensaje indignado de este nuevo mesías. ¿Qué es ser rico? Si lo es ya, pongamos por caso –a tenor de lo que destapa el mensaje mayoritario entre indignados y descontentos con el sistema-, todo aquel que supere la barrera de los mil euros, de los mileuristas, Pablo Iglesias debería ser catalogado –que me antoja- entre los más ricos de esa casta/nauseabunda a la que tanto denuesta, y su “adjunto Errejón no digamos.

La protesta es para Pablo Iglesias consustancial a la democracia. Como los escraches y todo tipo de ocupaciones ilegales (y vandálicas) Y más que eso, para él –como lo desenmascara tan certeramente el autor del análisis que arriba evoco- la violencia es nada menos que el fundamento mismo de la democracia (sic) y para argumentarlo pone el ejemplo de la democracia USA (y no, por una vez la revolución francesa) Por donde aflora fatalmente el guerracivilismo beligerante de su mensaje. A saber, que en España hoy por hoy la violencia anti-institucional no solo es legítima sino que es algo que se impone en la medida que España el régimen español actual no es una democracia/rea, léase una auténtica democracia y es en la medida que se trata de un régimen heredero del de Franco heredero a su vez de la victoria en la guerra civil (del Primero de Abril del 39)
Para Pablo Iglesias los franquistas (sic) huelen a pies que apestan. Media España grosso modo pues, para él. Y la “otra España”, la España de la delincuencia y de la marginalidad asocial ¿Esos a qué huelen, a rosas? ¿No les huelen  a ellos los pies también? Ya hablé aquí y a fe mía que con fundamento y sabiendo de lo que hablaba de las más que presumibles conexiones de Pablo Iglesias y de su mundillo de Podemos con ese mundo de la marginalidad asocial y de la delincuencia habitual que en encarnan o encarnaban en España hasta no hace mucho quinquis y gitanos. Algo de los que uno de los muchos rasgos sintomáticos de su figura lo son sus lazos notorios con grupos violentos anti sistema del extra radio, en particular los de su propio barrio de Vallecas. Otro síntoma que no miente es su lenguaje de violencia insidioso y lleno de cautelas que analizo y desmenuzo en esta entrada, con préstamos y ayudas ajenas. “Mira, Krohn, déjate de ridiculeces y de niñerías, aquí dentro tenemos una ley que tú tienes que respetar como todos, sino quieres acabar con una navaja en la garganta” Me dijo a mí un quinqui español (homicida, condenado por crimen pasional) mirándome fijo a los ojos en la cárcel portuguesa de Vale de Judeus. Nunca acepté esa ley ni allí dentro ni fuera. Que lo sepan Iglesias y los amigos (o compinches) de Pablo Iglesias!
Un mensaje de violencia guerracivilista el de Podemos y el de Pablo Iglesias que demuestra a las claras que la guerra continúa. Hay una frase no obstante de las de mayor impacto de todas las que soltó ahora el carismático líder de Podemos que recoge en el análisis que aquí comento, y que se merece au´iu un comentario aparte. Y es la de que a la derecha española le huelen los pies (sic) a franquismo.

Por donde su autor traspira –no se me ocurre otra expresión exacta lo siento- toda la fobia y el bofe de repugnancia que algunos en la España de hoy les siguen reservando a muchos de su compatriotas, once millones por lo menos en la apreciación certera del autor que aquí me ocupa. A muchos españoles emigrantes en Bélgica (segunda tercera generación) les debía yo oler –a tenor de la barrera o del muro (de piedra caliza) que invariablemente me erigieron aquí en Bélgica, de desconfianza, de insolidaridad y de desprecio olímpico- a pies por franquista o por facha o qué sé yo.

Les debía yo oler a pies –como le huelen los franquistas a Pablo Iglesias- yo, y conmigo esa España, todos esos españoles a los que sus ojos sin duda yo representaba, a los que ellos o los suyos habían dado olímpicamente la espalda –en plan de víctimas y al mismo tiempo de futuros amos y señores de un mañana (sin Franco) que ya tocaban con las puntas de los dedos-, con todas las consecuencias (…) Del tufo que ellos despedían -a guerracivilismo o un cainismo irreconciliable y otras muchas cosas- me abstengo aquí por pudor y comedimiento.

¿Hasta cuándo esa fobia, esos bofes de guerracivilismo indecente? ¿Tendremos que aguantarlo todavía decenas de años como parece prometernos lo la juventud de este mesías y de su séquito? Unas fobias, una aversión -entre paréntesis- con resabio a leyenda negra para mas inri, a esos clisés tan manidos por cuenta  nuestra, de españoles que duermen la siesta y comen tor-ti-llá (con acento en la a) , y de olor/a/pies por supuesto, que oí o leí no una ni dos veces sólo aquí en Bélgica (...) Hispanofobia (sic) propia y ajena, la de los propios españoles, además de la de los belgas) El enigma o dilema (sucio y vil) que nos rodea (...)

Por unas horas no obstante, en esa atmósfera de guerra –de guerra civil reencendida- que parece que el mes de noviembre tiempo de Memoria, y por consiguiente de choque o de colisión inevitable entre memorias antagonistas trae fatalmente consigo, la irrupción (de vuelta) de esa obra ecuánime y documentadísima sobre nuestra guerra civil me habrá puesto en diapasón con la atmosfera navideña de paz auténtica y profunda –de la Paz de Dios aquella del tiempo de las Cruzadas- que es lo que en fondo muchos aspiramos en lo más hondo de nosotros mismos por paradójico que parezca, sin duda por aquello del aforismo tan divulgado “si quieres la paz, prepara primero la guerra” A conciencia y con tiempo, y sin escrúpulos ni complejos.

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